Un grupo de boy scouts se fueron a dar una caminata por las montañas. Cuando estaban regresando, dos de los chicos dijeron que ellos conocían “un atajo” para regresar al campamento. Más tarde, uno de estos dos chicos dijo, que él conocía un atajo “mucho mejor”.

Pero el otro muchacho pensó, que era mejor quedarse en el camino, en el que ya estaba. Así que se separaron. Pero cuando cayó la noche, el chico que se había ido por el nuevo camino, nunca regresó. El grupo de búsqueda no pudo encontrarlo esa noche ni en los días subsiguientes.

El papá del chico perdido, iba todos los días después del trabajo, y subía a las montañas buscando a su hijo. Escuchar al papá, llamando el nombre de su hijo, era “realmente” muy doloroso de escuchar. Sin embargo… ¡el muchacho nunca fue encontrado!

Del mismo modo, Jesús está buscando… y está llamando… a los pecadores perdidos. Pablo dice en Filipenses 1:6, Estoy persuadido, de que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.

Este versículo contiene dos ideas básicas: (1) Dice que nuestro Padre celestial comenzó la buena obra en nosotros, y (2) que Él continuará Su obra hasta terminarla. Esta gran obra que Dios comenzó… ¡ES NUESTRA SALVACIÓN!

Al salvarnos, Dios nos dio vida eterna, y también Él se encargará de las cosas, “que nosotras mismas”, no podemos hacer -- hasta nuestro último día en la tierra.

¡Él quiere que reflejemos Su carácter! ¡Es por eso que nos ha dado a Su Espíritu! Dios tiene un plan específico para ti. ¡Él te está preparando para tener un encuentro con Jesucristo! Y como “el autor y consumador de la fe”, Dios no va a parar de obrar en ti, hasta que seas glorificada, como Jesucristo.

Dios nunca va a decir, “Me rindo porque tú eres un trabajo imposible.” ¡NO! Dios creó un universo “muy complejo” en solo seis días. Él no descansó hasta poder declarar… ¡que el trabajo estaba terminado! El Señor no va a parar de trabajar en ti, porque todavía estás en plena construcción.

Muchos de los testimonios de salvación hoy en día, dicen “más o menos”, así: “Yo escuché el evangelio de Jesucristo. Yo decidí abrirle mi vida a Jesús. Yo le entregué mi corazón. Yo lo recibí. Yo me arrepentí de mis pecados. Y yo decidí seguir a Jesús.” ¿Han notado el uso continuo del pronombre “yo”? … ¿como si todo dependiera de nosotros?

Cuando lleguemos al cielo, nosotros nos daremos cuenta de lo poco que realmente hemos hecho nosotros, por nuestra salvación, y cuan verdadero es este versículo, Él que comenzó en ti la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.

La salvación es la obra de Dios en nosotras -- de principio a fin. Él nos buscó. Él nos encontró. Él comenzó la buena obra en nosotras. ¡Y Él nos mantiene seguras! Y llegará el día… ¡en que Él nos presentará “intachables” ante el trono del Padre”

¿Cómo se originó tu salvación? ¿Quién comenzó la buena obra en ti? ¡EL SEÑOR! Tú contestas, “Ay, yo pensé que fui yo. Yo pensé que “yo” me arrepentí. Pensé que “yo” fui a Cristo. Pensé que “yo” tomé la iniciativa”. ¡NO! ¡DIOS LO HIZO!

En el capítulo 3 de Génesis, Dios tomó las pieles “de un animal inocente” para cubrir el pecado de Adán y Eva. Hoy en día… ¡Dios sigue siendo el Iniciador! Él es el que cubre nuestros pecados. ¡Las hojas de higuera no lo pueden hacer!

Salomón declara en Proverbios 28:13, El que encubre sus pecados no prospera; el que los confiesa, y se aparta de ellos, alcanza la misericordia divina. En nuestra condición natural, nosotros no respondemos al evangelio. La Biblia se refiere a nosotros como “muertas” en nuestros pecados.

Dios, quien comenzó la buena obra en nosotros, la continuará durante toda nuestra vida, y la terminará cuando lo veamos cara-a-cara. La obra de Dios “por nosotros” comenzó cuando Cristo murió en la cruz en nuestro lugar. Y Su obra “en nosotros” comenzó cuando creímos en Él.

Ahora el Espíritu Santo vive en nosotros “capacitándonos” para que seamos cada día más parecidas a Cristo. ¿Alguna vez has sentido que no estás avanzando en tu vida espiritual? Cuando Dios inicia un proyecto… ¡Él lo termina! Como en el caso de los filipenses, Dios te ayudará a crecer en gracia hasta que termine Su obra en tu vida.

Cuando estés desanimada, recuerda que Dios no se va a dar por vencido contigo. Él promete terminar la obra… ¡que Él ha comenzado en ti! Cuando te sientas incompleta, inadecuada, o descorazonada por tus defectos, recuerda las promesas y provisiones de Dios.

No permitas que tu condición actual te robe la alegría de conocer a Cristo, o te impida acercarte más a Él. ¿Cuál es el resultado de esta maravillosa salvación, que nos ha sido dada en Cristo? ¡Significa que estamos seguras! ¡Estamos seguras en la vida de ahora, y en la vida por venir!

Pablo dice en Colosenses 2:6, Vivan en el Señor Jesucristo de la manera que lo recibieron. Si la fe es suficiente para salvarnos, entonces la fe es suficiente para vivir y caminar en ella. Si Cristo nos puede dar una nueva vida, Él nos puede cuidar en nuestra nueva vida.

Si el hombre tomara la iniciativa en la salvación, entonces él tendría que ser responsable por el resultado final. Pero, como dice Pablo… Dios nos perfeccionará hasta el día de Jesucristo.

Se cuenta la historia, acerca de una casita en el pueblo del Olivar, que se incendió. Y antes de que los vecinos pudieran rescatar a la familia, ellos murieron quemados, excepto por la pequeña María de 9 años. A la pobrecita, se le había quemado un lado de su cara y de su cuerpo.

Al poco tiempo, los vecinos consultaron, y mandaron a la pequeña María al Orfanato Robledo en Cartagena. Los vecinos le comunicaron al director, la fecha en que María llegaría, y en que tren. Por supuesto, que ahí estaba el Dr. Robledo, esperando por María.

Cuando María se bajó del tren, con sus ojitos rojos de tanto llorar, ella supo instintivamente, que él sería su protector. María caminó hacia él, diciendo, “¿Es usted el Señor Robledo?” “Si,” contestó él. “¿Y tú debes de ser la pequeña María?” Luego ella se acercó y puso su cabecita contra la rodilla de él, y lloró con una increíble emoción.

Finalmente miró hacia arriba, con su carita quemada, y dijo, “Ahora usted tendrá que ser mi papá y mi mamá.” Él le dijo, “Lo seré, María, lo mejor que pueda.” Luego fueron al orfanato, y María fue cuidada, juntamente, con muchos otros niños. De cuando en cuando, el Dr. Robledo salía de viaje. ¡Todos los niños lo querían mucho!

Así que cuando él regresaba, los niños corrían deseosos de besarlo y abrazarlo. Esta vez, entre todos estos niños, estaba la pequeña María, con su carita quemada. Mientras que los niños besaban al Señor Robledo, María se mantuvo parada mirando toda esta algarabía, llorando cómo si su corazón se fuera a romper.

Y cuando todos los chiquitos habían besado al buen hombre, él miró a través del salón a María, y le dijo, “¿María, por qué no vienes y me das un beso? ¡Eso fue demasiado para ella! Comenzó a sollozar a gran voz. Entonces él se le acercó, le levantó la barbilla, y dijo, “No te entiendo, María.” ¿Por qué no viniste a besarme?”

“O papá Robledo, yo no podía pedirle que me bese. Yo soy tan fea.” Después de que me quemé, quedé tan fea. ¡Como le voy a pedir que me dé un beso!

Pero si usted puede amarme, como ama a los otros niños, y me dice qué me ama, entonces no necesita besarme en absoluto. El Señor Robledo la tomó en sus brazos y besó “su mejilla quemada” una y otra vez. Y le dijo, “María, tú eres tan bella, para papá Robledo, como lo son los demás niños.

¡Así de bellas somos nosotros para Jesús! ¿Sabías que Jesús te ama apasionadamente? ¿Le has entregado tu vida? Cuando te entregues a Él, Él te tomará en Sus brazos y te besará una y otra vez, aun cuando te sientas fea por tus pecados e imperfecciones. ¡Él te hará bella! ¡Él te salvará! ¡NO TE PIERDAS SU SALVACIÓN!