Hace muchos años, dos jóvenes estaban trabajando para abrirse paso en la Universidad de Stanford. En un momento dado, se les comenzó a acabar el dinero. Entonces decidieron hablar con el gran pianista Paderewski para que éste diera un gran concierto.
Ellos organizarían todo el evento y, podrían usar las ganancias para pagar “la pensión y la matrícula” de la universidad. El manager de Paderewski les pidió a los estudiantes que le garantizaran, por lo menos, $2,000. Los jóvenes trabajaron bien duro para promover el concierto, pero se quedaron cortos por $400.
Después de la actuación, ellos se dirigieron al pianista, le dieron todo el dinero que habían recaudado, y le prometieron pagarle los $400 que faltaban “lo antes posible”, Pobrecitos. Parecía que sus días “en la universidad” habían llegado a su fin. El pianista les dijo, “No muchachos. No puede ser.
De estos $1,600, tomen lo que necesiten para pagar sus gastos, y quédese cada uno con un 10%. ¡Entonces me pueden dar lo que quede! ¶ Los años pasaron. Paderewski se convirtió en el primer ministro de Polonia después de la Primera Guerra Mundial. ¡Miles de sus compatriotas se estaban muriendo de hambre!
Solo un hombre podía ayudarlos… Ese era el director de la Administración de Alimentos de los Estados Unidos. ¡Así que Paderewski apeló a él! El director le mandó miles de toneladas de alimentos.
Al poco tiempo, Paderewski se encontró con “esa autoridad americana” para darle las gracias por su generosidad. “No hay problema,” le dijo el director a Paderewski. Seguro que usted no se acuerda de mí. Pero hace años, usted me ayudó cuando yo era estudiante de la universidad.
Pueden creer “que ese muchacho agradecido” era nada menos que Herbert Hoover, quien “eventualmente” se convertiría en presidente de los Estados Unidos.
¡Como damos es más importante que cuánto damos! Dios desborda bondad, Él prodiga misericordia, y abunda en gracia. Es inconcebible que nosotros – Sus criaturas, especialmente Sus hijos redimidos – podamos ser codiciosos y egoístas. Tú no puedes llevarte tu dinero al cielo… ¡pero lo puedes mandar por adelantado!¡SI!
¿De qué forma podemos ser enriquecidas y bendecidas? No acumulando, ¡sino dando! No guardando sino compartiendo. Recuerden, que la generosidad es una de las formas “que Dios usa” para cuidar de nosotros.
1 Timoteo 6:17-19 dice, A los ricos de este siglo, mándales a que no sean altivos, ni pongan su esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
18Mándales que hagan el bien, y que sean ricos en buenas obras, dadivosos y generosos. 19 que atesoren para sí mismos un buen fundamento para el futuro, que se aferren a la vida eterna.
El cristianismo no requiere un voto de pobreza ni renunciar a las riquezas. ¡NO! Si las riquezas hacen que una persona se vuelva orgullosa, entonces esa persona, ni se entiende a sí misma, ni tampoco entiende sus riquezas. Nosotras no somos propietarias; solo somos administradoras del dinero de Dios.
Si tenemos riquezas es por la bondad de Dios, y no porque tengamos algún mérito especial. Nosotros podemos dar sin amar. ¡SI! Pero no podemos amar, ¡Y NO DAR! Tener riquezas materiales “debe hacer a la persona humilde”, motivándola a glorificar a Dios, ¡Y NO GLORIFICARSE A SÍ MISMA!
Es posible ser rico en este mundo, ¡y pobre en el mundo por venir! También es posible ser pobre en este mundo, ¡y rico en el otro! Jesús habló de ambas posibilidades. Sin embargo, un creyente puede ser rico en este mundo, ¡y también en el otro! ¡SI USA LO QUE TIENE PARA LA HONRA DE DIOS!
¿Confías en Dios, y no en las riquezas? El hacendado rico “de la parábola de Cristo”, pensaba que sus riquezas eran su seguridad, cuando en realidad eran la evidencia de inseguridad. Realmente, él no tenía confianza en Dios. Las riquezas son inseguras, no solo en su valor (que cambia constantemente), sino también en su durabilidad.
Los ladrones se pueden robar las riquezas. Las inversiones pueden perder su valor en el mercado. Y los estragos del tiempo pueden arruinar casas y automóviles. Si Dios nos da las riquezas, debemos confiar en Él – QUE ES EL DADOR DE TODO -- y no confiar en cosas.
¡Disfruta de lo que Dios te ha dado! La palabra “disfrutar” ¡se encuentra en la Biblia! Es más, es uno de los temas que más se repiten en Eclesiastés, “Disfruta de las bendiciones de la vida ahora, porque un día la vida se va a acabar. Esto no significa vivir solo para los placeres de la vida. Es simplemente “disfrutar de todo lo que Dios nos da” para Su gloria.
Debemos usar nuestros bienes para hacerle bien a los demás. ¡Debemos compartir! ¡Debemos poner nuestro dinero a trabajar! Al hacerlo nos estamos enriqueciendo espiritualmente, y haciendo inversiones para el futuro. Las riquezas “más la voluntad de Dios” pueden llevar a una persona a una vida verdadera y, a un ministerio duradero.
Un día “bastante triste” la Madre Teresa murió. Ella había sido amada y conocida por todo el mundo. ¿Pero quién se hubiera imaginado “que ella se ganaría esa influencia” cuándo recién comenzó? ¿Qué es lo que esta pequeña mujer tenía? ¡Ella comenzó con casi nada!
La Madre Teresa les dijo a sus superiores, “Tengo tres centavos “y un sueño de Dios” para comenzar un orfanato.” “Madre Teresa”, le dijeron sus superiores, “Usted no puede comenzar un orfanato con tres centavos. ¡Con tres centavos nadie puede hacer nada!”
“Yo lo sé,” dijo ella sonriendo, “PERO CON DIOS Y TRES CENTAVOS… ¡YO PUEDO HACER CUALQUIER COSA! PARA JESÚS… ¡NADA ES IMPOSIBLE!
En ninguna parte de la Biblia Dios condena a los ricos o a los pobres, “por ser ricos o pobres”. Pero les pide cuentas por lo que han hecho con sus recursos.
Pablo le escribe a Timoteo para que les enseñara a los ricos “a que pensaran bien” acerca de las riquezas en la economía de Dios. Primero, que no confiaran en sus riquezas. Segundo, que usaran su dinero para causas que valieran la pena. ¡Debían hacer el bien! Él no les estaba diciendo que se deshicieran de su dinero. ¡NO! ¡PARA NADA!
Pero si los exhortaba a que fueran generosos. ¡Ellos debían ser ricos en buenas obras! Hay cristianos ricos y hay cristianos pobres. ¡SI! Hay aquellos que viven en mansiones y aquellos que viven en barriadas.
Así como “algunos discípulos” lavaron el cuerpo de Jesús con aceites finos, y lo enterraron en una tumba de primera clase; otros simplemente derramaron lágrimas a Sus pies.
Cuando la iglesia es la iglesia, tiene una misión que ninguna otra religión tiene. ¡Ningún otro estilo de vida puede igualársele! La iglesia “EN QUE JESÚS VIVE” no es solo una escultura del Señor, ni es una afirmación teológica, ¡SINO ES UNA IGLESIA VIBRANTE! ¡ES UNA IGLESIA CON UNA MISIÓN!
¡Es una iglesia que comprende la diferencia “entre lo que todos piensan que es la vida, y lo que realmente es la vida! Es una iglesia que ve el evangelio, la riqueza del mundo, las bendiciones de Dios, los talentos de los creyentes, y la buena voluntad del Reino como propiedad pública. ¡Y LA COMPARTE! ¡Y LO HACE CON MUCHO ENTUSIASMO!
Una noche, un predicador “hizo un llamamiento a su congregación” para obtener fondos, y les pidió “encarecidamente”, que pusieran sus ofrendas y donaciones ante el altar. La reacción fue grande, y rápidamente los pasillos se llenaron de gente, llevando sus ofrendas.
Una chiquita caminó lentamente hacia el altar. Ella era cojita, y caminaba con una muleta. Cuando llegó al altar, se quitó el anillo del dedo, y lo puso junto con las otras ofrendas. Luego, regresó a su asiento.
Después de la reunión, el predicador se acercó a la chiquita, y le dijo, “Mi querida niña, vi lo que hiciste esta noche. Fue algo muy hermoso, pero quiero que sepas, que la reacción de la gente ha sido bien grande.
Hemos recibido “mucho más” de lo que esperábamos, así que te estoy devolviendo tu anillo.” La chiquita miró al predicador “con reproche en sus ojos”, y le dijo, “Yo no le di mi anillo a usted… ¡Yo se lo di a Dios!”
Muchas veces nos olvidamos “que las ofrendas para el Señor” no se hacen para un hombre… ¡sino para Dios! La generosidad es una clara señal de que estamos edificando un cimiento, no en este mundo, sino en el otro. ¡SI! ¡EN EL CIELO! ¿AMÉN?

