“¿Perdonar?” dijo Margarita. “¿Por qué te voy a perdonar? ¡Lo que me has hecho no tiene perdón!” El esposo acababa de admitir lo que Margarita había sospechado desde hacía mucho tiempo. ¡Que él estaba mirando pornografía por el internet!

Margarita siempre había pensado que la intimidad entre su esposo y ella era algo muy especial. Ahora ella se preguntaba si su esposo estaría siempre pensando “en otras mujeres” cuando tenía relaciones sexuales con ella. Margarita se sentía violada, herida, y hasta furiosa.

Y en medio de todas estas emociones, ¿su esposo quería que ella lo perdonara? “La verdad es que no creo poder hacerlo,” dijo ella. Tal vez comprendas lo que Margarita estaba sintiendo porque tú misma puedes haber sentido algunas de esas mismas emociones. A lo mejor tu lucha con el perdón no sea igual al de Margarita.

A lo mejor un borracho estaba manejando por la carretera, y se estrelló con el carro de tu hija. El borracho salió ileso del choque, mientras que tu hija murió en el accidente. ¿Te sientes furiosa? ¿Frustrada? ¿Dolida? ¿Habría lugar en tu corazón para perdonar?

O a lo mejor tu esposo, o un compañero de trabajo, o un niño o niña te ha herido. Las consecuencias de su pecado te han afectado “de una manera terrible”. ¡Ahora ellos quieren que los perdones por sus malas acciones! ¿Perdonarlos? ¿Tienen alguna idea de cuánto me han dolido sus acciones? ¡Lo que me estás pidiendo es imposible!

¡El pecado rompe relaciones! ¡SI! ¡Pero no puede haber restauración sin el perdón! El perdón bíblico solo se puede lograr… ¡si obedecemos la Palabra de Dios!

Efesios 4:32 dice, Sean bondadosos y misericordiosos, y perdónense unos a otros, así como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo. ¿Por qué debemos perdonar? Si estás luchando con el perdón, ¡quiero que sepas “que el perdón solo es posible”, por medio de una relación con Dios!

Si tú has confiado en Cristo, como tu Señor y Salvador, ¡Dios ya te ha perdonado! Y te ha permitido tener una relación con Él, a pesar de haberlo ofendido, de haberte rebelado contra Él, y de no querer seguir Sus instrucciones. ¡Dios tiene el derecho de negarte el perdón!

A pesar de nuestros pecados… ¡Dios mandó a Su Hijo a morir en la cruz por nosotros! Jesús -- que nunca pecó -- ¡murió en tu lugar, y en el mío! Cuando le pediste a Dios que te perdonara, Él te perdonó todos tus pecados, y te hizo una de Sus hijas especiales. Ahora tienes una bella relación con Dios… ¡porque Él estuvo dispuesto a perdonarte!

Pregunta. ¿Cómo puede una mujer perdonar a su esposo adúltero? ¿Cómo puede una muchachita perdonar al borracho que atropelló y mató a su mamá? ¿Cómo puede el trabajador perdonar a su jefe, que lo despidió sin razón alguna?

La respuesta es que ellos entienden su relación con Dios, y quieren “de todo corazón” complacerlo en todo momento… ¡aun cuando sea difícil! A decir verdad, la Escritura nos ordena a perdonar de la misma forma… ¡como nosotras hemos sido perdonadas!

¡SI! El perdón refleja el carácter de Dios. Así como Dios desea perdonarnos, así también nosotros somos llamados a perdonar a otros. Perdonar es extender misericordia. Perdonar es ofrecer gracia. Perdonar es liberar al que ofendió.

La escritura dice “claramente” que Dios detesta un espíritu “que no perdona” porque la naturaleza de Dios es de perdonar. Como hijas de Dios, ¡somos un espejo de Su carácter! Cuando fuimos salvadas, recibimos una nueva naturaleza… ¡que es la misma naturaleza de Dios! ¡El perdón es una parte integral de la vida del cristiano!

Debemos admitir que perdonar no es fácil… ¡aun para los cristianos! ¡El perdón cuesta! ¡SI! ¡Nosotras no perdonamos “ni tan rápidamente ni tan gentilmente” como debiéramos! Perdonar no es un peso que Dios pone sobre nosotros. Más bien, es una protección para nuestra salud mental y nuestra estabilidad emocional.

Dios nos ordena “a que nos perdonemos” los unos a los otros. Dios quiere que perdonemos a otros porque Él nos ha perdonado a nosotros. Dios quiere “que sepamos” que la falta de perdón es pecado. Él quiere que nos deshagamos “de la falta de perdón” antes que se vuelva en amargura.

Perdonar es muy importante en nuestro caminar cristiano. Ese fue el enfoque de Jesús en Sus enseñanzas. Sus sermones, Sus parábolas, y Sus discursos privados. ¡Hasta Sus oraciones estaban llenas de lecciones acerca del perdón!

Por eso Mateo 6:12 dice, Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Después de cargar con el peso de nuestro pecado… ¡no hay nada más maravilloso que ser perdonada! Jesús les dijo a Sus discípulos que le pidieran perdón a Dios cada vez que oraran.

¡Jesús sabe que todas pecamos contra Dios a diario! ¡Y la naturaleza de Dios es de perdonar! No tenemos ninguna excusa bíblica para no perdonar en nuestros corazones. Y si tú decides no perdonar a alguien, “ni tu adoración, ni tus oraciones te servirán de nada.” ¡Pídele a Dios que te haga como Jesús!

Aun cuando te estén haciendo la vida imposible, tú puedes orar, “Padre, perdónalos.” ¿Qué es lo que Dios requiere para perdonar el pecado? ¡REQUIERE ARREPENTIMIENTO! Pero aun el arrepentimiento no nos asegura que no habrá consecuencias por el pecado.

¿Se acuerdan del pecado de David con Betsabé? En 2 Samuel 12:10, Natán le dice a David, Ahora en castigo, la violencia jamás se apartará de tu propia familia, pues menospreciaste al Señor y tomaste como mujer a la esposa de Urías el hitita. David fue perdonado por sus tremendos pecados de lujuria, adulterio, robo y asesinato.

Dios lo perdonó, y le quitó su pecado completamente. Aunque David sabía que había sido perdonado… ¡él tuvo que pagar las consecuencias de su pecado. Cuándo nos arrepentimos, ¡Dios nos perdona inmediatamente! Pero “toma tiempo” edificar el carácter de una persona. Es su carácter -- no el perdón – que determina “lo que Dios hará después.”

¿Han escuchado la historia de Corrie Ten Boom? Ella estuvo en un campo de concentración en Alemania durante la II Guerra Mundial. Corrie fue humillada e insultada -- por las miradas y palabras lujuriosas de los guardias. ¡Corrie sobrevivió el campo de concentración! ¡SI! ¡Pero fue terrible!

Cuando finalmente salió de ese lugar, ella sintió – que por la gracia de Dios -- debía perdonar “hasta aquellos guardias” que tanto la habían afligido. Corrie se dedicó a enseñar acerca del perdón “a hombres y mujeres” a través de todo Europa, en los Estados Unidos, y hasta en Munich.

Después de su enseñanza, y a lo que saludaba a la gente de Munich, ella vio a un hombre acercársele, y extender su mano para saludarla. “Hola Fraulein, es maravilloso saber que Jesús perdona todos nuestros pecados, como dijo usted.” Ella recordaba esa cara. ¡SI!

Ése era uno de esos guardias “malvados” del campo de concentración. ¡Corrie se quedó fría! ¡No tenía fuerzas para darle la mano a ese hombre! ¡Ella no podía perdonar! ¡Corrie pensaba que ya había perdonado todo! ¡Pero no! Avergonzada y aterrada, oró, “Señor, perdóname. ¡No puedo perdonar a este hombre!”

A lo que oraba, Corrie sintió el perdón de Dios, a pesar de su actuación tan patética “como la famosa perdonadora.” De repente, ¡su odio se derritió! Ella estiró su mano… ¡SI! ¡Ella perdonó a ese hombre “en el preciso momento” en que Dios la perdonó a ella!

Perdonar es liberar… ¡pero, a veces, puede ser doloroso! Es liberar porque nos deshacemos de la pesada carga de la culpabilidad, de la amargura, y la ira que hemos albergado en nuestro corazón. Es doloroso “tener que confrontarnos con nosotras mismas”, CON DIOS MISMO, y con otros con nuestros fracasos.

Parece ser más fácil echarle la culpa a los demás, y continuar defendiendo nuestra posición de estar en lo cierto, aunque continuemos dolidas. Pero el veneno de un espíritu “que no perdona” nos separa de Dios y de nuestros amigos. Es devastador para nuestro bienestar espiritual, emocional, ¡y hasta para nuestra propia salud!

¿Eres todavía incapaz de perdonar a alguien que te ha herido profundamente? ¿Cuánto tiempo seguirás prisionera “de tu propio espíritu” que no quiere perdonar? Recuerda “que tienes dentro de ti” el poder de perdonar, de ser sanada, y de ser liberada para vivir plenamente.

¡ASÍ QUE! ¡PERDONA A LA PERSONA QUE TE HA HERIDO, TAL COMO TU PADRE CELESTIAL TE HA PERDONADO A TI… ¡Y SERÁS VERDADERAMENTE LIBRE!