¿Conoces a alguien que ha sido insultada y maltratada emocionalmente? ¿A lo mejor, ese alguien eres tú? ¿Te sientes dolida y amargada?

Efesios 4:31-32 dice,Desechen todo lo que sea amargura, enojo, ira, gritería, calumnias, y todo tipo de maldad. 32En vez de eso, sean bondadosos y misericordiosos, y perdónense unos a otros, así como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo.

La amargura puede venir de una pequeña ofensa, ¡SI! Pero una vez que toma raíz, ¡sus efectos son devastadores! Tú puedes ver la amargura en los ojos de una persona. Tú puedes oír “la amargura” en el tono de su voz. ¡La amargura lo impregna todo! Sin embargo, ¡Dios requiere que mantengamos un corazón tierno y dulce!

Es posible ser bondadosa y misericordiosa, ¿y estar amargada a la misma vez? ¡NO! El apóstol Pablo dice que nos debemos de deshacer de toda amargura y ser bondadosos y compasivos unos con otros. Por lo tanto, ¡debemos dejar ir a la amargura!

Muchas veces pienso en la gracia de Dios y en la profundidad de Su poder sanador. Mi amiga, Susanita, sufrió mucho en su vida. Sin embargo, ella perdonó de una forma increíble. Un día, Susanita decidió ir a la oficina de un pastor. Llegó muerta de miedo. Al comenzar a hablar, recordó su pasado de treinta y un años.

Aquel día -- aunque su tío no estaba sentado frente a ella -- Susanita empezó a hablarle, como si él estuviera sentado “en la silla vacía” delante de ella -- acerca de las cosas que ocurrieron años atrás -- cuando él se aprovechó de su inocencia, abusándola una y otra vez.

Ella le habló del dolor, la ira y el odio que había sentido “contra él” todos esos años. Luego el tono de su voz cambió. La amargura dio lugar a la comprensión, y el odio a palabras de perdón. “Lo que tú me hiciste cuando era niña ha sido un factor en todo lo que me ha pasado desde entonces. ¿Cómo puedo perdonarte?” ¡Te diré como!

Hace tiempo me di cuenta de que necesitaba pedirle a alguien que me perdonara. ¡Ese alguien era Dios! Y cuando le pedí perdón a Él, esto fue lo que me dijo: “Tus pecados fueron perdonados cuando Mi Hijo murió en la cruz. Tú ya estás perdonada. Acéptalo y comienza a vivir tu vida, como hija, y no como esclava de tu pecado.”

Me di cuenta “que en el momento que Jesús murió en la cruz”, fui perdonada por todo lo que había hecho, y lo que haría en el futuro. ME DI CUENTA… “QUE NO TENÍA DERECHO A “NO PERDONARTE.” Así que, con lágrimas en sus ojos, le dijo: Te perdono, tío.”

Ese día Susanita salió como una persona libre, libre de la amargura y el odio, que la habían tenido prisionera. Le llevó treinta y un años perdonar a la persona “que había culpado” por una vida tan infeliz.

¶ Pero le tomó solamente un par de horas descubrir la libertad, que Dios ha provisto para todo aquel que quiere aprender a perdonar. ¡SI! ¡Deja atrás el pasado y disfruta la paz del perdón!

Hebreos 12:15 dice, Tengan cuidado. No vayan a perderse la gracia de Dios; no dejen brotar ninguna raíz de amargura, pues podría estorbarles, y hacer que muchos se contaminen con ella.

Cuando alguien te trata mal, te insulta, o peca contra ti… ¿cómo reaccionas? ¿Le guardas rencor a la persona que te ha hecho daño? La amargura es un resentimiento al que nos aferramos. ¡La amargura se vuelve rancia y podrida! Cuanto más la tengamos dentro de nosotros, ¡más mala se pondrá la cosa!

La escritura compara la amargura con una raíz. ¡Y las raíces necesitan ser plantadas! Así que te quiero preguntar… ¿Qué clase de semilla es -- que cuando es plantada en la tierra de nuestros corazones -- brota una raíz de amargura? En términos generales, ¡es una semilla de dolor. ¡SI! ¡Es una herida!

Cuando alguien te hiere, es como si esa persona hubiera plantado una semilla de amargura en la tierra de tu corazón. En ese momento, tú escoges responder de una u otra manera: O te agachas y arrancas la semilla, perdonando a la persona que te ha ofendido; o comienzas a cultivar la semilla “rememorando” el dolor en tu mente “una y otra vez”.

La amargura es el resultado de pensar “todo el tiempo” acerca de la herida que tienes, y decir: “Mi dolor es demasiado profundo. Lo que me han hecho a mí es tan grande, que nada “que yo haga” puede ser “tan malo” como lo que me han hecho a mí.”

Esta persona “realmente cree” que tiene derecho de herir a otros. ¡Él niega su amargura! Él cree, que perdonar es minimizar la ofensa, así que él o ella sigue alimentando y manteniendo la herida fresca en su corazón, día tras día.

Por lo general, las personas amargadas andan “siempre criticando” a otras personas. Ellas manejan su dolor” agrandando las faltas de otros”, y minimizando las suyas. Ellas no entienden “que el enojo que otros han provocado en ellas” -- es muchas veces -- el mismo enojo que ellas ahora están provocando en otros.

Y como resultado, la gente herida trata de justificar “el haber herido a otros” tratando de desquitarse de su propio dolor. ¡EL PECADO ENGAÑA! ¡SI! El pecado tiene la habilidad “de hacerle creer” que ella es más espiritual que tú. Si miras cuidadosamente a la amargura, encontrarás soberbia y un deseo de venganza.

Nuestro orgullo y deseo de venganza se interponen en nuestra relación con Dios, y con otros. El orgullo nos da una perspectiva equivocada. Estamos convencidas “que nuestro punto de vista” es el correcto. Las ofensas tienen el poder de cegarnos, y distorsionar la realidad.

Si queremos deshacernos de la amargura, tenemos que “reconocer” que la amargura es algo malo, ¡SI! ¡Que es nuestro pecado y solo nuestro pecado! Yo no me deshago de él de ninguna otra manera, excepto llamándolo “pecado contra nuestro Dios”, confesándolo, y recibiendo Su perdón.

¡A ver! Pregúntate a ti misma: ¿Quiero cargar con este “DOLOR” para el resto de mi vida? El Señor quiere quitarte el dolor de tu pasado, y que pongas “ese dolor” en Sus manos. Dios dice en Deuteronomio 32:35 dice, Mía es la venganza; Yo pagaré.

¡José es el ejemplo perfecto del perdón! Como sus hermanos estaban celosos de José, ya que su padre, Jacob, le daba la preferencia a José en todo, sus hermanos lo maltrataron y lo vendieron a un grupo de gente, que llevaron a José a Egipto, y lo vendieron allí.

En su corazón, José “sabía que lo que él estaba pasando” … ¡era la voluntad de Dios! Él tenía toda la razón para estar amargado. ¡SI! Él podría haber dejado “que sus circunstancias tan dolorosas lo amargaran, y perdiera la esperanza para el resto de su vida. Sin embargo, ¡él no respondió de esa manera! Increíble, ¿no?

José -- una persona con buenas razones para amargarse y quererse vengar -- es un precioso modelo para nosotros “del perdón y la sanación”. ¡La clave es la bella manera como José reaccionó!

En Génesis 50:20, José les dijo a sus hermanos, Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien.

(1) José se enfocó en el futuro y no en el pasado. (2) José escogió liberar aquellos que le habían hecho daño. (3) José recordó -- que en medio de la injustica -- Dios estuvo con él en todo momento. (4) Dios respondió a la injusticia con una bendición. (5) José no quiso vengarse. Al contrario, ¡él honró a Dios!

El ejemplo más grande “de Uno que perdonó” fue Dios mismo. La base de Su perdón es la obra de Cristo en el Calvario.

¡SI! La vida que vivimos es una expresión de la vida de Cristo. Así como Cristo perdonó a los que lo crucificaron -- Su vida en nosotros -- hace posible que perdonemos toda clase de heridas, y abusos que hayamos sufrido.

Cuando perdonamos, le entregamos a Dios nuestra amargura, y nos ayudamos a “nosotras mismas” a sanar. Hay alguien, ¿a quién puedes perdonar tú -- de todo corazón -- como lo hizo José?

Como somos hijas de Dios, está fuera de nuestro carácter tener un espíritu “que no quiera perdonar,” dejando que las raíces de la amargura nos dominen. ¡Jesús nunca se negó a perdonar! ¡Nosotros tampoco debemos negarnos! Por fe, debemos dejar que Cristo exprese ese perdón… ¡a través nuestro!

Cuando nos perdonamos “unos a otros”, nos liberamos de la amargura y nos reconciliamos, permitiéndonos tener relaciones saludables y afectuosas.

¡Y YA PARA TERMINAR! EN ESTA VIDA SOLO HAY DOS OPCIONES: ¡PODEMOS DEJAR QUE LA AMARGURA NOS DESTRUYA, O PODEMOS DEJAR “QUE DIOS NOS HAGA LA PERSONA” QUE ÉL QUIERE QUE SEAMOS!