La reina Victoria y el príncipe Alberto se casaron en Inglaterra en 1840. Al poco tiempo tuvieron una discusión tremenda. Alberto salió de la habitación furioso, y se encerró en su apartamento privado. Victoria comenzó a tocar la puerta furiosamente. Del otro lado de la puerta se escuchó, “¿Quién está ahí?”
“¡La reina de Inglaterra! ¡Ella demanda ser admitida inmediatamente!”, lo dijo con voz bastante fuerte. No hubo respuesta. La puerta seguía cerrada. Victoria golpeó la puerta de nuevo. “¿Quién está ahí?” La respuesta fue la misma. “¡La reina de Inglaterra!” No hubo respuesta. Victoria siguió tocando la puerta desesperadamente.
De repente, hubo una pausa. Luego un toquecito muy suave. “¿Quién está ahí?” La reina contestó, “Soy yo, Alberto, tu esposa.” El príncipe abrió la puerta inmediatamente. Proverbios 15:1 dice, La respuesta amable calma la ira; la respuesta grosera aumenta el enojo.
La Biblia nos habla de la importancia de nuestras palabras, y cómo éstas nos pueden sanar o lastimar. Por lo tanto, a través de nuestras conversaciones, podemos cultivar un lugar seguro donde podemos ser oídas y comprendidas, que es esencial para la reconciliación.
También la paciencia juega un papel vital. Muchas veces queremos arreglos rápidos, y soluciones instantáneas… ¡pero la sanación toma tiempo! Debemos recordar la promesa de que Dios está obrando en nosotros, y que está moldeando nuestro carácter, especialmente, en los momentos difíciles.
A lo que practicamos la paciencia, y aprendemos a darnos gracia mutuamente, tendremos la oportunidad de crecer. La Palabra de Dios nos recuerda “constantemente” que la paciencia produce un gran fruto, que incluye comprensión, amor y compasión. Todos estos son elementos “esenciales” para reparar o reconstruir nuestros matrimonios.
Gálatas 5:22-23 dice, Pero el fruto de Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley. Y Efesios 4:2 dice, Sean humildes y mansos, y tolerantes y pacientes unos con otros, en amor.
Un esposo y su esposa estaban distanciados. ¡Ellos decidieron separarse! Cada cual se mudó lejos, viviendo en diferentes partes del país. El esposo tuvo que regresar a la ciudad por negocios, y fue al cementerio a visitar la tumba de su único hijo.
Parado ante la tumba, él escuchó unos pasos detrás de él. Cuando se volteó, vio a su ex esposa. El impulso inicial de ambos, fue de darse la media vuelta ¡e irse! Pero ambos tenían un interés “en común” en esa tumba ¡SI! Y en vez de darse la vuelta, se agarraron de la mano “sobre la tumba de su hijo”, y se reconciliaron.
Colosenses 3:13 dice, Sean mutuamente tolerantes. Si alguno tiene una queja contra otro, perdónense de la misma manera que Cristo los perdonó. Efesios 4:32 dice, Sean bondadosos y misericordiosos, y perdónense unos a otros, así como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo.
La unión es esencial para que haya reconciliación en el matrimonio. Restablecer la confianza “después de los conflictos matrimoniales” requiere tiempo, paciencia, y esfuerzo. La confianza es la base de toda relación, “y cuando esa base es comprometida”, puede llevarnos a heridas profundas.
Tenemos que recordar que todo el mundo comete errores, y que la restauración puede suceder, cuando nos comprometemos a ser confiables y transparentes. La escritura nos guía “a ser sinceras y fieles” para fortalecer nuestros matrimonios.
Cuando tomamos medidas para restablecer la confianza, dejamos que el Espíritu Santo obre en nosotros, reparando “las piezas rotas” de nuestra relación. El Salmo 37:3 dice, Confía en el Señor, y practica el bien; así heredarás la tierra y la verdad te guiará. Y el Salmo 133:1 dice, ¡Que bueno es, y qué agradable, que los cristianos convivan en armonía!
Hace poco, escuché la historia acerca de José y Susana. En la única cosa que José y Susana “podían estar realmente de acuerdo en ese momento” era de comenzar los trámites de divorcio. Ellos no hacían otra cosa que pelear… ¡insultándose y gritándose! ¡Ambos estaban hartos el uno del otro!
Después de una gran discusión, Susana estaba ahí de pie “con sus ojos llenos de lágrimas”, a lo que recordaba los votos matrimoniales que ambos se habían hecho años antes. De repente, Susana comenzó a llorarle a Dios en voz alta. ¿Qué ha pasado, Señor? ¿En qué nos equivocamos? ¿Qué pasó con “hasta que la muerte nos separe?”
A lo que clamaba estas palabras al Señor, Susana se dio cuenta, que no solo ella y José se habían alejado “el uno del otro”, ¡sino que también se habían alejado de Dios!
Susana se arrodilló, le pidió perdón a Dios, y le preguntó a su esposo… “ahí mismo”, “¿José, crees que es demasiado tarde para ver “juntos” a un consejero cristiano? Las cosas habían estado tan mal “por tanto tiempo”, que ellos no sabían cómo reconciliarse, ni que hacer “de ahí en adelante.” José dijo: “Si, Susana, probemos.”
Ellos fueron y recibieron consejería sabia y piadosa. Se dieron cuenta que la Biblia tenía “todo lo que necesitaban” para vivir su matrimonio “en Cristo” … ¡y no por sí mismos! Han pasado ya cinco años, y ellos siguen floreciendo en Cristo hasta el día de hoy. Dios les mostró “claramente” que Jesús es “El Camino, la Verdad, y la Vida.”
2 Corintios 5:17 dice,De modo qué si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo! Y Romanos 12:2 dice, No adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente.
Si es posible, el camino esencial “para la reconciliación en el matrimonio” es de buscar a Dios juntos. Cuando nuestra relación con Jesús es nuestra prioridad No. 1, abrimos el camino para que haya unidad en nuestro matrimonio. Cuando oramos y alabamos a Dios juntos, creamos un vínculo que nos permite comunicarnos con Dios, y de orientarnos durante tiempos difíciles.
Aprendamos a alinear nuestros corazones a la voluntad de Dios, para que nos guíe hacia el entendimiento y la aceptación mutua. Las escrituras nos alientan a llevarle a Jesús nuestras discusiones, ayudándonos a resolver conflictos, mientras nos acercamos más a Él… ¡y el uno al otro!
Muchas veces nos aferramos a nuestros resentimientos pasados, pero la Palabra de Dios nos alienta “a que dejemos ir al pasado”, y que comencemos un camino nuevo. Las enseñanzas de la Biblia nos invitan a ser transformadas y renovadas.
Para que haya una verdadera reconciliación en el matrimonio, debemos entender el principio fundamental del perdón. Esto nos sirve – COMO BASE -- para reconstruir la confianza y el amor.
El perdón no significa que nos olvidamos del dolor. ¡NO! Más bien, es decidir dejar atrás el dolor… permitiendo que el amor de Dios “en nosotras” sane nuestras heridas.
Y YA PARA TERMINAR…
A lo que reflexionamos en la importancia de nuestra reconciliación matrimonial, podemos ver claramente, “que nuestro caminar juntos” está lleno de oportunidades para crecer, para sanar, y para tener una conexión más profunda.
La Biblia nos guía – CON SABIDURÍA Y AMOR -- haciendo énfasis en el perdón, en la comunicación abierta, y aceptando cambios. Esto nos recuerda, que no importan las dificultades a las que nos estemos enfrentando, nosotras podemos regresar siempre a los principios del amor y la unidad de Dios.
Cuando nos tomamos EL TIEMPO para buscar a Dios juntos, de edificar nuestra confianza, y de practicar la paciencia, nosotras podemos fortalecer nuestros matrimonios, y fomentar un ambiente amoroso para que la reconciliación sea posible. Recordemos, que cada paso que damos hacia la bondad y la compresión… ¡nos ayudará a sanar nuestras relaciones!
CONFORME AVANZAMOS, COMPROMETÁMONOS A ADOPTAR ESTOS PRINCIPIOS, PERMITIENDO QUE EL AMOR DE DIOS NOS GUÍE – TANTO A NOSOTRAS COMO A NUESTRAS RELACIONES – HACIA UN FUTURO MÁS BRILLANTE LLENO DE ESPERANZA, DE GOZO, Y UNIDAD. ¿AMEN?

