Se dice de Charles Dickens, que la gente que lo conocía por primera vez, nunca hubiera sospechado que él era “el hombre de letras más distinguido de su época.” Dickens nunca hablaba de sí mismo. Al contrario, él siempre mostraba un humilde interés en los asuntos de otros.

Cuando esa gente se enteraba de quien era él, se sorprendía que el hombre que les había estado hablando de forma tan simple, y mostrando tanto interés en sus asuntos, era nada menos, que la estrella literaria de su época.

En Efesios 4:2, el apóstol Pablo dice, Sean humildes y gentiles, tolerantes y pacientes unos con otros, en amor.

A lo que yo escuchaba a una pareja discutir, echarse la culpa y decirse “de forma bien fea todo lo malo que se habían hecho mutuamente”… ¡me dejaron bien triste!

La mayoría de las cosas que necesitaban oír, para que su relación fuera como Dios quiere que sea, está escrita claramente en la Biblia… ¡que ambos decían creer. Su matrimonio era la triste víctima de su falta de deseo de escuchar la sabiduría de Dios, y de buscar la gracia que Jesús nos ofrece para vivir el uno con el otro.

PENSEMOS ACERCA DE ESTOS SABIOS CONSEJOS CON RESPECTO A LAS RELACIONES HUMANAS.

(1) Seamos humildes… El orgullo siempre destruye nuestras relaciones. Nos hace sentir que tenemos más derecho que otros, y de ser exigentes… ¡en vez de servir y darle a los demás! Nos hace insistir en tener control. Nos hace sentir que estamos en lo correcto. ¡Fuerza a otros a someterse a nuestro señorío!

(2) Seamos gentiles… Tratando a una persona con gentileza hace que él o ella quiera estar cerca de ti. Respondiendo gentilmente le enseña a la otra persona que puede sentirse segura en tu cuidado. ¡Es un vínculo relacional muy importante!

(3) Seamos pacientes… Tú no podrás tener una comunicación con otro ser humano “tan imperfecto como tú” si no estás dispuesto a esperar. Si exiges que las cosas se hagan a tu manera, en tu momento, y estando tan ocupado con tu amor propio, que no tienes mucho tiempo para amar a otra persona.

(4) Seamos tolerantes unos con otros, en amor… El amor requiere que estés dispuesto a tolerar a alguien. En pocas palabras… ¡que estés dispuesto a sufrir! ¿Por qué? Porque tienes una relación con una persona imperfecta, ambos viviendo en un mundo caído. Muchas veces, ¡esa persona y tú fallan!

Simplemente no hay compromisos relacionales más importantes que podamos citar. El esposo y la esposa que mencioné al principio, tenían esta sabiduría en sus manos, pero no quisieron escucharla. ¿Y tú? ¿Estás dispuesto a escuchar?

Lucas 18:14 dice, Cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

¡La fama no es el objetivo de Dios para tu vida! Dios no se preocupa en hacer a la gente famosa y adorada. ¡NO! Es tentador medir cuan exitosa o cuán popular o famosa seas como persona, pero esa no es la medida que le interesa a Dios.

Su propio Hijo no nació como rey, ni tampoco nació como hombre rico, sino como hijo de un carpintero pobre. Él no andaba buscando ser el centro de atención. ¡Más bien Él buscaba los corazones de la gente! Cuando tú estás realmente enamorada de Dios, tú no buscas la atención del mundo. ¡NO! ¡Tú solo buscas la atención de Dios!

¡Que tu meta no sea la fama! En tu vida, Dios debe ser siempre el famoso, porque Él es Aquel que la gente necesita. ¡Él es Aquel que todos anhelamos!

El propósito de Dios es que te humilles, no que alimentas a tu gran ego. La gente que no tiene el Espíritu de Dios no puede entender como resistir el llamado a la fama y la popularidad. Pero cuando tienes al Espíritu Santo en ti, Él te da la fuerza para sentirte perfectamente contenta, aun si nadie te presta atención.

No trates de llamar la atención a tu santidad o a tu asombrosa vida de oración, sino más bien, trabaja para poner tu atención en Jesús, para que en todo lo que hagas, la gloria de Dios sea lo más importante.

Un famoso multimillonario, mientras asistía a una gran cena, escuchó una discusión acerca del tema de la oración. Después de escuchar por un rato, el ricachón exclamó con una mirada de desdén… “La oración puede ser buena para algunos de ustedes, pero no para mí. Yo no la necesito.

Todo lo que tengo hoy, trabajé duro para conseguirlo, y me lo he ganado por mí mismo. ¡Yo no le pedí a Dios nada! El presidente de una universidad escuchó cortésmente, y luego le dijo al fanfarrón, “Todavía le falta a usted “algo” que no tiene, pero podría orar para tener.”

Sorprendido, el millonario exclamó, “¿Que puede ser eso?” El educador respondió gentilmente, “Señor, usted podría orar para tener humildad.”

Por eso Proverbios 11:2 dice, Con la soberbia llega también la deshonra, pero la sabiduría acompaña a los humildes.

Cuando alguien está lleno de soberbia, tiende a querer deshacerse de otros. Piensa que puede manejar las cosas por sí mismo. Así que el humilde se aparta, y deja que esa persona trate de hacerlo por sí sola.

¿Sabías que Dios hace lo mismo con nosotros? Una escritura tras otra nos dice que Dios detesta la soberbia. Cuando Dios se retira y nos deja hacer las cosas por nuestra propia cuenta, nos encontramos en serios problemas. ¡Pero no nos olvidemos que la humildad atrae a Dios!

En Isaías 57:15, Dios dice, “Yo habito en las alturas, en santidad, pero también doy vida a los de espíritu humilde y quebrantado, y a los quebrantados de corazón.” Muchas veces, la Biblia nos dice que seamos personas humildes. ¡SI! ¡Porque Dios escoge exaltar al humilde!

¿Hay alguna situación que simplemente no tienes idea cómo lidiarla? A lo mejor sea una oportunidad para humillarte a ti mismo, admitir tu necesidad, y confiar en la ayuda de Dios. ¿Cómo sería tu vida si tuvieras un espíritu contrito y humilde?

Un grupo de turistas ingleses estaban visitando la casa donde Beethoven, el gran compositor, pasó sus últimos años. Ellos entraron a un salón especial, llamado el conservatorio, donde estaba el piano de Beethoven. El guía le dijo al grupo en voz baja, “Y aquí está el piano del gran maestro.”

Una muchachita, desconsiderada y detallosa, caminó desde la parte de atrás del salón a donde estaba el piano, se sentó en la banca, y comenzó a tocar una de las sonatas de Beethoven. Luego se detuvo, y le dijo al guía y a los otros del grupo, “Me imagino que a mucha gente le gustaría tocar este piano.”

“Bueno señorita,” le dijo el guía, “Ignacy Paderewski estuvo aquí el verano pasado con un grupo, y algunos querían que él tocara el piano. Y su respuesta fue, “No, yo no puedo. No soy digno.”

Jesús fue el hombre perfecto. No tenía pecado. Él dio todas las respuestas correctas, y tuvo la actitud perfecta para cada situación. Él sabía exactamente como ayudar a todos aquellos que necesitaban ayuda. Cuando leemos los evangelios, vemos “una y otra vez,” como Jesucristo manejaba todo perfectamente.

Incluso viendo Su humanidad, nos damos cuenta cuan pequeños somos. Y cuando lo vemos en Su divinidad, nos sentimos más pequeños aún. Jesús creó todo. Él convirtió el agua en vino, calmó tormentas, expulsó demonios, curó a innumerables personas, y resucitó a muertos.

Después de Su crucifixión, Jesús resucitó de entre los muertos y está ahora sentado a la mano derecha de Su Padre. Algún día Él regresará, se llevará a Su gente al cielo, y destruirá toda maldad. A pesar que Jesús era deidad perfecta y humanidad perfecta… Él vino para servir. ¿Cómo podemos ser orgullosos si Jesucristo se humilló a sí Mismo?

¿Qué cosas buenas hemos hecho nosotros que se puedan comparar con la vida perfecta de Jesús? No muchas, ¿no es cierto? Cuánto más comprendamos la grandeza de Dios, ¡más humildes nos volveremos! ¿Amén?